Es bien sabido que son muchas las generaciones de escritores que han tenido como maestros a Gustave Flaubert y a William Faulkner, entre muchos otros grandes escritores, claro está, que han marcado los cánones de la novela. Vargas Llosa no ha sido la excepción y los reconoce como maestros.
El escritor peruano, desde su juventud, bebió toda la obra de Flaubert y de Faulkner, incluyendo cartas y todo lo que salió de sus plumas. Mario sabía que en estos dos escritores estaba una gran escuela para lograr hacer alta literatura. Él mismo ha dicho que los leía con papel y lápiz en mano para descubrir los engranajes de esas maravillosas obras.
Flaubert y Faulkner tienen sus novelas dotadas de técnica, estructura y engranajes perfectos con los que hicieron de sus historias obras maestras. Manejaron el punto de vista de sus personajes con una genialidad única.
Toda esa enseñanza es de la que se alimentó Mario. (Estamos hablando de dos influencias importantes en él, no quiere decir que las únicas, claro está). Filtró toda esa escuela a través de sus poros, su trabajo riguroso, sus innumerables lecturas. Fundió lo aprendido con su visión acerca del mundo y la novela. El resultado fue que un escritor de talento había conseguido hacer obras maestras, de genialidad.
No son carreras de caballos. No importa quién es mejor. Cada uno es mejor. Pero en ocasiones tampoco es negativo decirlo: el alumno ha superado a sus maestros. Lo digo con conocimiento de causa. He estudiado y analizado técnicas y estructuras semejantes entre los dos maestros y el alumno Vargas. Mario no los ha copiado. Ha hecho suyo el aprendizaje y lo ha ejecutado a favor de la historia, que en muchas ocasiones funciona mejor que en sus maestros Flaubert y Faulkner. En Vargas Llosa la técnica y las formas están al servicio de la novela como siervas. Cualquier genialidad está en función a que la historia tenga poder de persuasión y todo se funda en una misma cosa, de modo que olvidamos que es ficción lo que estamos leyendo. Claro que Faulkner y Flaubert lo logran también. Lo que quiero decir es que Mario, a mi criterio, lo logra más ampliamente, totalmente. Podría probarlo y explicarlo; desmenuzando específicamente capítulos, técnicas y estructuras, y después viéndolos como lo que son: una totalidad. Con una variación de libros y combinaciones puedo dar muchos ejemplos. Pero me bastan tres obras si tuviera que dar una muestra para analizar e investigar: Madame Bovary, El ruido y la furia, Conversación en La Catedral.
Finalmente, nadie mejor que nadie. Los tres son maestros. Así como no se puede pensar que un aspirante a escritor descarte la lectura de Faulkner y Flaubert, Vargas Llosa desde hace tiempo está entre esos escritores indispensables para los que pretenden hacer gran literatura. Ahora bien, dicho todo lo anterior, estoy listo para ser fusilado. Pero sé que la historia de la literatura respaldará mi atrevimiento.
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