Aunque no es el único, el “sabio catalán” que aparece en Cien años de soledad (y que en buena medida determina su final) es probablemente el trasunto de un personaje histórico que más atención ha recibido por parte de la crítica y de los lectores. Y por muy buenos motivos. Uno de los principales es su estrecha vinculación con los libros, pero también por el fascinante hombre que se ocultaba tras ese apelativo.
Quizá vale la pena recordar el pasaje en que se le menciona por primera vez. Cuando Aureliano Babilonia se enfrasca en la biblioteca de Melquíades y se convierte en un lector compulsivo que “se aprendió de memoria las leyendas fantásticas del libro desencuadernado, la síntesis de los estudios de Hermann [vonn Richenau], el tullido; los apuntes sobre la ciencia demonológica”, etc., en su intento de descifrar en qué lengua estaban escritos los famosos pergaminos. Melquíades le anuncia que:
…en el callejón que terminaba en el río, y donde en los tiempos de la compañía bananera se adivinaba el porvenir y se interpretaban los sueños, un sabio catalán tenía una tienda de libros donde había un Sanskrit Primer que sería devorado por las polillas seis años después si él no se apresuraba a comprarlo.

Ramon Vinyes (1882-1952), retratado por Biosca.
Un poco más adelante se hace una somera descripción de la librería y del ancho mundo que se abre ante Aureliano al entrar en ella:
…el abigarrado y sombrío local donde apenas había espacio para moverse. Más que una librería, aquella parecía un basurero de libros usados, puestos en desorden en los estantes mellados por el comején, en los rincones amelazados de telaraña, y aun en los espacios que debieron destinarse a los pasadizos. En una larga mesa, también agobiada de mamotretos, el propietario escribía una prosa incansable, con una caligrafía morada, un poco delirante, y en hojas sueltas de cuaderno escolar. Tenía una hermosa cabellera plateada que se le adelantaba en la frente como el penacho de una cacatúa, y sus ojos azules, vivos y estrechos, revelaban la mansedumbre del hombre que ha leído todos los libros. Estaba en calzoncillos, empapado en sudor y no desentendió la escritura para ver quién había llegado. Aureliano no tuvo dificultad para rescatar de entre aquel desorden de fábula los cinco libros que buscaba, pues estaban en el lugar exacto que le indicó Melquíades [“entre la Jerusalén Libertada, de Tasso y los poemas de Milton, en el extremo derecho del segundo renglón de los anaqueles”, una ubicación muy poco azarosa: entre dos poemas épicos, como lo es el libro que tenemos entre manos]. Sin decir una palabra, se los entregó junto con el pescadito de oro al sabio catalán, y éste los examinó, y sus párpados se contrajeron como dos almejas.-Debes estar loco -dijo en su lengua, alzándose de hombros, y le devolvió a Aureliano los cinco libros y el pescadito.-Llévatelos -dijo en castellano-. El último hombre que leyó esos libros debió ser Isaac el Ciego, así que piensa bien lo que haces…

Ha sido muy habitual llegar a la figura de Ramon Vinyes a través de la lectura de Cien años de soledad, y eso ha condicionado la mirada sobre este grafómano compulsivo y desbordante de obra dispersa que tanto complicó la vida a sus estudiosos (al emplear además muy numerosos seudónimos). A título de ejemplo entre los muchísimos posibles, se conserva en el Fons Ramon Vinyes una “novela escénica en tres capítulos”, de 93 páginas, de la que sabe que antes de marcharse de Barcelona en 1939 Vinyes dejó una copia en manos del editor Josep Janés con el propósito de que la publicara, pero ese texto, titulado L´adolescent dels ulls d´or, no llegó a publicarse (por razones obvias).

Pescadors d´anguiles, México, Col·lecció Lletres, 1947.
Lo paradójico es qué aspectos de Vinyes han suscitado mayor interés. Su obra literaria ha sido objeto de estudios y análisis en profundidad, aunque probablemente siga siendo un dramaturgo, poeta y prosista más importante que conocido. E incluso su efectiva tarea como hombre de cultura desde su posición central en las tertulias del conocido como Grupo de Barranquilla (Alejandro Obregón, Álvaro Cepeda Samudio, los hermanos José Félix y Alfonso Fuenmayor, el propio García Márquez…) ha sido reconstruida y comentada, sobre todo por quienes fueron testigos de ellas desde primera fila. Ha sido ampliamente estudiada y divulgada también su faceta como fundador y director de Voces (10 de agosto de 1917- 30 de abril de 1920), revista de 15 x 20 unánimemente considerada una de las más influyentes revistas vanguardistas de América (donde se publicó a Carles Riba, Eugeni d´Ors, Pau Vila, Josep M. López-Picó, André Gide, Apollinaire, Chesterton, etc.).

Siempre de izda. a derecha; de pie: Alfredo Delgado, Carlos de la Espriella, Germán Vargas, Fernando Cepeda y Roca, Orlando Rivera; sentados:. Roberto Prieto Sánchez, Eduardo Fuenmayor, Gabriel García Márquez, Alfonso Fuenmayor, Ramón Vinyes y Rafael Marriaga. Foto de Jorge Rondón, 1950.
Menos frecuentada ha sido la vertiente del sabio catalán como ocasional traductor (La pell de xagrí y otro Balzac encargado por Proa e inacabado, Rousseau, Edouard Bourdet, un intento de L´Espoir de Malraux que quedó inédito y probablemente inacabado…), así como también la de librero, pese a que recientemente Jorge Carrión abordó el segundo asunto en su Librerías, donde lo califica de “agitador cultural”, “maestro de toda una generación” (en alusión al Grupo de Barranquilla) y señala que su librería “todavía es recordada en Barranquilla como una de las librerías míticas del Caribe”.
A finales de 1914, Vinyes había conocido a Xavier Auqué i Masdeu, en el ámbito de las letras conocido sobre todo como padre del autor de Los muertos tienen sed (1970), Javier Auqué Lara (cercano al Grupo de Barranquilla y autor de obras menos conocidas, como Diario de un marihuano y otros cuentos, 1956 o Colombianos del c…, 1974). Juntos, Vinyes y Auqué i Masdeu crearon la sociedad R. Vinyes i Cía., situada en una enorme planta baja con siete puertas que daban a la plaza San Nicolás de Barranquilla, al lado del muy frecuentado Hotel Suizo, en la que Vinyes se ocupaba de la parte más “intelectual” (y es muy importante su criterio en la selección de títulos que importaban, aunque en ocasiones fueran muy pocos ejemplares), mientras que Auqué se hacía cargo de los aspectos comerciales y empresariales. Poco tiempo después, la sociedad se amplió episódicamente con la entrada del célebre pedagogo y geógrafo catalán Pau Vila (1881-1980), y la sociedad tomó entonces el nombre de Vinyes-Auqué, Limitada. Son diversos los testimonios que caracterizan a Vinyes como a un librero erudito que procuraba recomendar a sus clientes tras una pausada charla y tras haberse hecho una idea cabal de los gustos y grado de información del lector al que se enfrentaba, y sus amplísimos conocimientos le permitían tener un alto grado de aciertos.

Pau Vila.
No menos sabido es que durante un incendio, la noche del 23 al 24 de junio de 1923, la librería quedó reducida a cenizas, lo que sin duda fue un duro golpe para Vinyes, pero es fácil suponer que también para el ambiente literario de Barranquilla.
Vinyes era un hombre de letras hasta la médula, un auténtico apasionado de los libros y dejó constancia de ello, por ejemplo, en una carta a Miquel Fornaguera fechada en Barranquilla el 25 de noviembre de 1945:
Desde 1939, mes de enero, vivo de libros. Primero para embriagarme. Ahora para olvidar. Benditos libros que nunca me han faltado! Libros para las lecciones en el colegio [por entonces ejercía de maestro), libros para el estudio, libros para distraerme. […) voy repleto de lo que he leído. Que conste que he dedicado mucho más tiempo a leer que ha escribir…
En una nota fechada el 4 de junio de 1940, tras su paso por Francia como consecuencia del resultado de la guerra civil española aún reciente, Ramon Vinyes mantenía la idea de retomar su por entonces ya lejana actividad como librero, pero, como tantas otras cosas, eso quedó sólo en proyecto.

Ramon Vinyes.
Su último viaje de Colombia a Barcelona, en 1950, lo hizo en avión, lo que le puso en la necesidad de repartir y parcialmente vender su biblioteca particular, formada por más de 10.000 volúmenes (se llevó consigo en cambio dos baúles llenos de manuscritos).
En la Casa Poesía Silva de Bogotá se conserva un ejemplar de la primera edición del Libro de Canciones de Federico García Lorca y otro de la primera de Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda que donó Germán Vargas a esa institución poco antes de fallecer, y que habían llegado a sus manos a través del sabio catalán cuando tuvo que deshacerse de su biblioteca.

Ramon Vinyes.
No hay duda de que Vinyes, como librero, dejó una huella profunda y fructífera, como también señala García Márquez al referirse en Cien años de soledad a su trasunto en lo que sin duda es un homenaje:
Todo el grupo trababa de hacer algo perdurable a instancias del sabio catalán. Era él, con su experiencia de antiguo profesor de letras clásicas y su depósito de libros raros, quien los había puesto en condiciones de pasar una noche entera buscando la trigesimoséptima situación dramática en un pueblo donde ya nadie tenía interés ni posibilidades de ir más allá de la escuela primaria.
Fuentes:
El Fons Ramon Vinyes i Cluet se encuentra actualmente en el Arxiu Comarcal del Berguedà. Menos cuantiosa es la documentación legada por Josep Vinyes al Institut del Teatre.
Jorge Carrión, Librerías, Barcelona, Anagrama, 20013.
Javier Beltrán, “La revista colombiana del periodista catalán Ramon Vinyes: cuestiones acerca de su gestión, proyecto editorial y diseño”, Periodística. Revista Acadèmica,núm.12 (2010), pp. 83-96.

Reedición de la revista Voces.
Albert Bonjoch, “El sabio catalán de Barranquilla”, web de la Comunitat Catalana de Colòmbia, 29 de junio de 2012.
Pere Elies i Busqueta, Ramon Vinyes i Cluet (1882-1952). Un literat de gran volada. Barcelona, Rafael Dalmau, Editor, 1972.
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad (edición de Jacques Joset), Madrid, Cátedra (Letras Hispánicas 215), 1991 (4ª ed.).

Edición colombiana de Entre sambas y bananas (traducción de Montserrat Ordóñez), Bogotá, Norma (Cara y Cruz), 203.
Jacques Gilard, “Nous aspects de la contística de Ramon Vinyes” prólogo a a Ramon Vinyes, Entre sambes i bananes, Barcelona, Bruguera (Els Llibres del Mirador), 1985, pp. 5-24.
Heriberto Fiorillo, “Y en el principio fue don Ramón, el viejo que había leído todos los libros“, en La Cueva. Crónica del Grupo de Barranquilla, Promigás S.A., Henkel Colombiana S.A., Fundación Mario Santo Domingo, diciembre de 2006. Reproducido en Otraparte.
Jaume Hugh i Camprubí, prólogo a Ramon Vinyes, Tots els contes, Barcelona, Columna, 2000, pp. 9-26.
Jordi Lladó i Vilaseca, “Ramon Vinyes: bibliografía esencial”, Memorias. Revista Digital de Historia y Arqueología del Caribe, núm. 3 (2005).
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